El hallazgo de La Ochoa: cuatro nombres, treinta mil esperanzas

El 21 de octubre de 2014 una noticia sacudió el juicio “Menéndez III”: el hallazgo de restos óseos de cuatro víctimas del terrorismo de Estado en la estancia La Ochoa, en el predio de La Perla. Tras una década de búsqueda, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró quebrar la estrategia de los represores para eliminar los cuerpos de sus víctimas.

Un trascendental giro en el proceso de la megacausa fue el hallazgo de restos óseos de cuatro víctimas del terrorismo de Estado en los hornos de la estancia La Ochoa, en el predio de La Perla. Tras diez años de excavar en numerosos parajes de las trece mil hectáreas que abarcan los terrenos colindantes al ex CCDTyE, el 21 de octubre de 2014 el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró rescatar una costilla, un hueso sacro y varios pequeños fragmentos de extremidades humanas. Fue un hito en la lucha contra el negacionismo y la impunidad, y un quiebre en la hasta entonces eficaz estrategia de Luciano Benjamín Menéndez y compañía para ocultar los cuerpos de sus víctimas y llevarse el secreto a la tumba.  

Los restos pertenecen a cuatro estudiantes de Ciencias Médicas y militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP): Lila Rosa Gómez Granja, Alfredo Felipe Sinópoli, Ricardo Enrique Saibene y Luis Agustín Santillán Zevi, secuestrados por el Comando Libertadores de América frente a la estatua del Dante en el Parque Sarmiento, el 6 de diciembre de 1975. Se estima que estuvieron cautivos en el Campo de la Ribera y habrían sido fusilados en la estancia La Ochoa, cerca de la casa donde el entonces jefe del Tercer Cuerpo de Ejército solía descansar. 

Al dato que derivó en este acontecimiento lo aportó Miguel Andrés Quiroga, un vecino de Malagueño que vivió durante su infancia en La Ochoa. Luego del hallazgo, identificación y restitución de los restos a sus familias, Quiroga fue el último en atestiguar, antes de que comenzaran los alegatos de la megacausa. El 27 de agosto de 2015, el testigo 581 relató que cuando tenía 12 años solía recorrer con su hermano los caminos internos de La Ochoa: “En ese entonces había bulla en el pueblo sobre que en los hornos de pan había muertos. Yo escuchaba de los mayores. Un día con mi hermano mayor, por curiosidad, fuimos a los hornos y él con el palo se pone a escarbar… Yo me quedo arriba y veo que me tira algo, como en chiste, y era la mano de una persona. Tenía mucho olor, todavía tenía uñas… Parecía la mano de un hombre”. “Cuando hicieron el museo (Espacio para la Memoria La Perla) yo fui y leía los testimonios, y pensé que tal vez les servía ese dato. Por eso para el Día de la Memoria pasado decidí ir a hablar –manifestó Quiroga–. Humanamente me ponía en el lugar de los familiares, la conciencia me decía que tenía que hablar. Lo primero que dije fue que yo había vivido en La Ochoa. Me llevaron a hablar con el director, nos fuimos a caminar y le conté todo esto”. 

En Córdoba, el de los cuatro militantes de la JUP es el primer hallazgo de restos humanos en territorios que pertenecieron a una guarnición militar; en el país, el tercero, después de Santa Fe y Arsenales en Tucumán. 

Un falso quiebre del silencio

El hallazgo permitió revertir la estrategia de ocultamiento que había revelado el ex teniente coronel Guillermo Bruno Laborda, fallecido al poco tiempo de comenzar las audiencias de la megacausa. En 2009, ya procesado por crímenes de lesa humanidad, Bruno Laborda aseguró que entre marzo y abril de 1979, al enterarse Luciano Benjamín Menéndez que en septiembre de ese año visitaría la Argentina la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ordenó desenterrar los cuerpos de los prisioneros que habían sido fusilados e inhumados en los campos de La Perla. Incluso, el militar señaló los lugares donde con palas mecánicas se desenterraron esos cadáveres que “metían en tachos de 200 litros con cal viva” y luego habrían sido trasladados a las salinas riojanas.

Durante el juicio, el testimonio de Laborda fue corroborado por el capitán retirado del Ejército Ernesto Facundo Urien, quien entre 1978 y 79 prestó servicios en el Liceo Militar General Paz: “Por entonces, mi subalterno, el teniente Gustavo Raúl Gelfi, fue reasignado para cumplir una función especial. Al regresar, me contó consternado que había sido llevado a desenterrar cuerpos en La Perla, con máquinas excavadoras, para trasladarlos a otro lugar”. “¿Qué hacían con esos cuerpos?”, le preguntó el abogado querellante Claudio Orosz. “Eran colocados en tambores, algunos con cal viva”, respondió el testigo.

El descubrimiento de octubre de 2014 motivó una operación encabezada por el acusado ex mayor Guillermo Ernesto Barreiro y sus subalternos José Hugo Herrera, Luis Manzanelli y Héctor Romero. El 10 de diciembre, aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ofrecieron al tribunal su “voluntad de colaborar” con la ubicación de posibles sitios de enterramientos de un listado de desaparecidos. Barreiro pidió hablar sin el público y la prensa, pero luego se filtró una nómina de víctimas. “Reveló un ex militar dónde sepultaron a 25 desaparecidos”, tituló al día siguiente el diario La Nación, y valoró la noticia como “un giro histórico en la estrategia de los militares” y “un aporte a la reconciliación”. 

El ofrecimiento derivó en una inspección guiada por el propio Barreiro en los campos de La Perla y otra que días después acompañó Herrera en el camino a Villa Ciudad América, en el valle de Paravachasca. Ambas sin resultados.

Identificación y restitución

El 19 de junio de 2015 en el Espacio para la Memoria La Perla, la justicia federal entregó a los familiares de Gómez Granja, Sinópoli, Saibene y Santillán Zevi la resolución que oficializa la identificación de sus restos óseos. Durante esa jornada, los familiares recorrieron los hornos donde se encontraron los restos y los integrantes del EAAF les explicaron el minucioso trabajo que realizaron. Además, fue la primera vez en que los familiares se encontraron con Andrés Quiroga, el vecino de Malagueño que había aportado la información para el hallazgo. Por último, en el bosque de la memoria se plantaron cuatro árboles en homenaje a Lila, Fredy, Ricardo y Luis. Después de casi 40 años, ese día dejaron de ser desaparecidos.

El 26 de noviembre los familiares concurrieron a una nueva cita en el Espacio La Perla, esta vez para la ceremonia de restitución. Por iniciativa de las cuatro familias, parte de los restos fueron inhumados en el Bosque de la Memoria. Emiliano Fessia, director del espacio, expresó: “Desde nuestro espacio, donde todos los días le contamos a miles de jóvenes qué fue este lugar, anhelamos que este hito invite a los chicos a rendir homenaje, en nombre de ellos cuatro, a los 30.000”.

Quiero que este acto transmita la esperanza con la que lo concebimos las familias Gómez Granja, Saibene Parra, Santillán Zevi, Sinópoli Gritti, porque deseamos que sea un símbolo para todas las familias que esperan poder encontrar los restos del ser amado, el encuentro de los chicos después de diez años de trabajo incansable del EAAF en este predio es un rayo de luz y esperanza para todos los que esperan como lo hicimos nosotros hasta marzo de este año”, dijo Ana Mirtha Gómez Granja, hermana de Lila. 

A su vez, Graciela, hermana de Fredy Sinópoli, se refirió a las “sensaciones contradictorias” que implica un acontecimiento donde “se entrelazan felicidad, rencor, tranquilidad, impotencia, reflexión, dolor, memoria, pasado y presente. En definitiva, el cierre de un círculo terrorífico y doloroso que para nosotros comenzó hace casi cuarenta años. Cuarenta años de incertidumbre, de espera para poder encontrar sus restos para que descansen cristianamente en paz”.

Mañana nos sentiremos honrados de llevarlo a su tierra –manifestó a su turno Mirella Caneau, amiga de Lucho Santillán Zevi–. La familia lo arropará y lo devolverá a su madre, Blanquita Zevi, gran luchadora en la vida y en su búsqueda. Seguramente, desde algún lugar sonriente lo cobijará. Tus huesitos Lucho, como los de tus compañeros, minúsculos e indefensos, nos dicen al oído que aquí, donde la muerte mató a la vida creyéndola borrada para siempre, la empecinada vida vuelve irremediablemente. Porque el amor es más fuerte. Aquí te dejamos, como grito de Nunca Más. Y, si la malhadada suerte quisiera que un día manos asesinas intentaran ocultarlos de nuevo, nada lograrán. Ya estás –están– en la conciencia de un pueblo, hechos memoria que nunca es pasado; es por siempre presente”.

Sobrino de Ricardo, Omar José Saibene (h) destacó que “esta certeza que tanto el EAAFF, el juzgado y todos los que colaboraron nos están proporcionando hoy, nos permiten mirar para delante de otra forma. Por eso hoy, después de 40 años, quisiera ponerme en el lugar de esos cuatro jóvenes y pedirles que desde esta nueva posición miremos para adelante esperanzadamente, abrazando su sueño y forjando los nuestros, para finalmente poder tener nuestra ansiada felicidad. Y desde este lugar nos volvamos garantes de que, así nos lleve otros 40 años, la verdad y la justicia llegará para las demás familias”.

Fotografías: Archivo fotográfico del Espacio para la Memoria La Perla

Esta nota es parte de la Crónica del juicio al terrorismo de Estado en Córdoba, realizada por Alexis Oliva con el aporte de las Áreas de Comunicación de los Espacios de Memoria de Córdoba (Archivo Provincial de la Memoria, La Perla y Campo de la Ribera).