El Mundial y Talleres, 30 años después.

El Mundial y Talleres, 30 años después. 
Por Mariano Saravia *

El juicio oral y público contra Luciano Benjamín Menéndez es lo más importante en relación a los derechos humanos desde el juicio a las juntas de 1985. Si hay algo que todos (hasta la oposición) le reconocen a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner es su política de derechos humanos, que llevó a que el Congreso anulara las leyes de impunidad (obediencia debida, punto final e indulto).
 
Incluso, el sociólogo francés Alain Touraine ha dicho que el principio de legitimidad de la Nación Argentina está dado por la lucha por los derechos humanos. Así como el principio de legitimación de los franceses es la Revolución Francesa con sus postulados de igualdad, fraternidad y libertad, el de los argentinos es la verdad y la justicia para los que cometieron delitos de lesa humanidad. "Los argentinos no están llorando a sus muertos, están construyendo un concepto de ciudadanía, un concepto que para mí es fundamental, que pasa por saber lo que es inaceptable", dijo Touraine.

¿Pero realmente es así? ¿Realmente los argentinos estamos construyendo este principio de legitimidad que nos da base como nación? En esa construcción, el juicio a Menéndez debería ser fundamental, debería ser parte de los cimientos, y no veo que la sociedad lo esté percibiendo así. Lo que ocurre en Tribunales Federales queda encerrado en ese enorme y moderno edificio del Parque Sarmiento y sólo los jueves, un grupo de radios comunitarias y militantes sociales instalan en la puerta una radio abierta con la intención de darle un poco más de visibilidad. Los medios de comunicación no tienen ni se preocupan por tener periodistas especializados en temas de derechos humanos y en las encuestas callejeras la gente (viejos, adultos y jóvenes, no es cuestión de echarles la culpa sólo a los jóvenes) no sabe ni siquiera quién fue el Cachorro, el más sanguinario chacal que haya pisado estas tierras, y que las sigue pisando.

La atención se la lleva el conflicto nacional con los empresarios agropecuarios y terratenientes, el conflicto en la Municipalidad con los empleados, las calles llenas de olor a choripán, la falta de insumos y personal en los hospitales provinciales o, incluso, la suerte de Talleres, Belgrano y Rácing. 

Es decir, no muy distinto de hace exactamente 30 años, cuando un 25 de junio Argentina se consagraba campeón mundial de fútbol y todos festejábamos locamente en la cancha de River, a pocas cuadras de la Esma, el Auschwitz argentino.

Ese domingo 25 de junio de 1978, a los presos políticos de la cárcel de barrio San Martín en la ciudad de Córdoba, les dejaron poner una radio a transistores en el medio de la cuadra para que escucharan el partido final de Argentina contra Holanda. La mitad del pabellón hinchaba por Argentina, llevados por el sentimiento futbolero y nacional. La otra mitad, preferían que ganara Holanda, para privar a la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti de un triunfo que seguramente sería usado políticamente. 

Y el mundial no fue usado sólo políticamente sino también económicamente para grandes negociados. La Argentina gastó en 1978 cuatro veces más de lo que gastó en 1982 España por menos estadios. Es decir, estos genocidas que hoy están siendo juzgados por los delitos más aberrantes, también fueron grandes ladrones. Es más lloran cuando trasciende su condición de corruptos y no la de asesinos, como Antonio Domingo Buzzi cuando se le descubrieron sus cuentas en Suiza.

Para el Mundial '78, el grupo mendocino Cartellone se había adjudicado la construcción del estadio Chateau Carreras, mientras que el grupo cordobés Benito Roggio tenía que construir el estadio Islas Malvinas de Mendoza. Luego hicieron un enroque y Roggio finalmente construyó el Chateau, que tiene el triste récord de ser el estadio de fútbol en el que desde cualquier lado se ve mal. Hoy es fácil pegarle a Menéndez pero nadie habla de estos temas.
La sociedad no sólo festejó inconscientemente sino que llegó a insultar a "esos holandeses malos perdedores" que no quisieron subir a recibir una medalla de un dictador con las manos manchadas de sangre. 

Por supuesto que es una metáfora, porque en realidad Videla nunca se manchó las manos con sangre. Fue el cerebro y el responsable máximo por el lugar que ocupaba, pero él no se metía en el barro, como sí lo hacía su amigo Luciano Benjamín Menéndez. El Cachorro sí que se manchaba de sangre, y obligaba a todos sus subordinados a que también se mancharan de sangre. Todos debían participar de las matanzas, para garantizar el pacto de silencio. Por eso se habla de un pacto de sangre y por eso es muy improbable que en este juicio Brandalisis alguno de los ocho imputados pueda quebrarse y decir dónde están los tres cuerpos que todavía siguen desaparecidos. 

Menéndez participaba personalmente de los operativos, como aquella vez en la toma de "El Castillo", iba a la Perla, sabía todo lo que allí pasaba y lo que no pasaba. Si bien Ezequiel "El Rulo" Acosta era el mandamás encargado, Menéndez conocía perfectamente y digitaba aquel verdadero infierno. Nada se escapaba de sus manos, y sobre todo, era ambicioso y tenía un proyecto político propio, que difería en algunas cosas con el de la Junta Militar.

Por eso también, hablando de fútbol el Cachorro también tenía su equipo insignia, como el Real Madrid de Francisco Franco, como la Squadra Azzurra del Duce o como la "Selección de todos" del Mundial 78.

El equipo de Menéndez fue aquel espectacular Talleres de los años '70, que llegó a la final del Nacional '77 con Independiente de Avellaneda. En aquella final del 25 de enero de 1978, la compra del árbitro fue escandalosa. Luego de un gol de Ángel Boccanelli con la mano, los jugadores de Independiente Rubén Galván y Mariano Biondi le dijeron al árbitro: "Esto es una vergüenza, es deshonroso, ¿por qué no me expulsa mejor?". El árbitro lo hizo y después echó también a Enzo Trossero. Con tres jugadores menos y perdiendo 2 a 1, a siete minutos del final se produjo el milagro. Ricardo Enrique Bochini volvió a hacer magia y le dio el título a Independiente.

"Yo supe que el general Luciano Benjamín Menéndez estaba muy interesado en que Talleres saliera campeón. Y ese partido fue muy raro, muy raro", recordó Bochini en una reciente entrevista.
Como Franco con el Real Madrid de Di Stefano, que ganó todo a principios de los '50, Menéndez soñaba con que un Talleres ganador a nivel nacional lo catapultara a él también a ser una alternativa de gobierno a nivel nacional.

De hecho, el 29 de setiembre de 1979 se sublevó contra el entonces presidente Roberto Eduardo Viola, aunque también en eso fracasó. En las filas del Ejército, Menéndez y su familia tienen fama de perdedores. En aquel intento de golpe de Estado dentro del golpe, Menéndez dijo que se basaba en el objegtivo de "volver a la esplendorosa Argentina de 1940, previa al peronismo, proyecto que está bien lejos de lo que está haciendo el Proceso ahora".

Este es Menéndez, desleal hasta con sus camaradas, ambicioso política y económicamente, asiduo visitante al palco de la Boutique de Barrio Jardín y factótum del negocio de construcción del Chateau Carreras, hace exactamente 30 años.

Como hace 30 años, la sociedad sigue distrayéndose con cosas secundarias, alegrías y penas secundarias. ¡Qué lejos está la verdad y la justicia con los crímenes de lesa humanidad de constituirse en el principio legitimador de la Nación Argentina!

*Periodista